Si el término alta demanda me iluminó en su momento y me hizo entender muchas cosas, hay otro término que me iluminó todavía más: alta sensibilidad. Los niños denominados PAS o Personas Altamente Sensibles son niños como cualquier otro, sólo que su sistema nervioso les hace reaccionar a los estímulos de forma diferente.
Estos niños PAS (o NAS, Niños Altamente Sensibles) perciben su alrededor de un modo distinto al resto. Tienen una alta empatía, reaccionan a los estímulos de forma mucho más rápida y más intensa, los ruídos fuertes les molestan y, a menudo, no se muestran cómodos en grandes multitudes. La alta sensibilidad es un rasgo de personalidad que suele ser genético y, por lo tanto, se hereda, así que es probable que estos niños tengan progenitores también con alta sensibilidad. Además, se estima que entre el 15% i el 20% de la población mundial es PAS, así que en una aula de 25 niños, probablemente haya entre 1 y 2 niños que cumplan estas características, y hay que estar muy atentos. Pero, ¿en qué debemos fijarnos para identificar a los niños con alta sensibilidad?
Índice
Son niños y niñas que…
Son niños que perciben el mundo de otra forma, y esto les puede causar un gran estrés durante la infancia, así que hay que aprender a reconocerles para poder guiarles en su camino. La alta sensibilidad es un don y, con ayuda, estos niños pueden ser capaces de cosas maravillosas.
Aunque no tenemos diagnóstico, estoy convencida de que mi hija es PAS. Desde muy temprana edad (a los pocos días de vida), reaccionaba a los ruídos y a las voces de forma rápida e intensa. Pronto (a los dos meses de vida) empezó a llorar al encontrarse entre multitudes, en comidas familiares y en ambientes con mucho ruido. No podíamos asistir a ferias o eventos, porque sabíamos que se pasaría toda la velada llorando. Mucha ropa le molestaba, y en ningún momento toleró gorros, diademas o clips en el pelo. Se ponía muy tensa ante el contacto y lloraba hasta rabiar, muchas veces sin saber nosotros por qué. En algún momento, llegué a pensar que padecía un trastorno del procesamiento sensorial, pero luego aprendí sobre el término alta demanda junto con alta sensibilidad, y todas las piezas empezaron a encajar.
Mi hija llora ante lo desconocido. Llora cuando ve pequeños bichos y grandes animales. Llora cuando está en un lugar desconocido y hay mucha gente a su alrededor, aunque sea gente conocida. Si ella se “activa”, como lo llamamos nosotros, estamos perdidos. Le cuesta volver a la normalidad y dejar de sentirse abrumada. Mi hija se pregunta por la muerte a los tres años, y llora porque no quiere que nos vayamos nunca. Mi hija corre a la velocidad del rayo cuando nos hacemos daño y nos quejamos, y viene a curarnos con una delicadeza abrumadora. A mi hija se le llenan los ojos de lágrimas cuando ve películas tristes, aunque no las comprenda, porque percibe la emocionalidad del momento. Mi hija es cariñosa y disfruta del contacto piel con piel, pero solo cuando a ella le apetece. Nadie excepto sus padres y sus abuelas pueden cogerla al cuello, porque no tolera que la toquen si ella no conoce. Tiene una muy baja tolerancia al dolor, y cualquier pequeña cosa le molesta o le duele. Le cuesta pisar césped o arena, odia las sensaciones que le provocan en los pies.
Cuando mi hija empezó P2, se pasaba los días en un rincón de la clase, tranquila, alejada del ruído, porque no toleraba que hubiera 21 niños más gritando, corriendo, jugando y tirando juguetes. Mi hija habla desde los 10 meses, pero en el colegio no habló hasta los tres años. Mi hija se sentía abrumada en clase, y todavía lo hace, sólo que se ha familiarizado con el entorno y esto hace que pueda llevarlo bien. Mi hija va a la escuela desde los cinco meses de edad, pero durante cada inicio de curso, durante cada vuelta de vacaciones de Navidad, puentes largos, vacaciones de Semana Santa y verano, mi hija llora, curso tras curso, año tras año. El periodo de adaptación escolar puede llegar a ser muy duro para ellos, y también para los padres y madres. El cocktail alta sensibilidad + alta demanda puede ser muy explosivo.
La sensación que tenemos con mi hija es que llora por todo, y todo el día. Suelen calificar a estos niños de “flojos” y “llorones”, pero mi hija no es floja. Mi hija tiene un carácter fuerte y tiene las cosas claras, sólo que su sensibilidad frente a todo es muy alta. Ahora, a punto de cumplir cuatro años, podemos decir que todo se ha calmado un poco, que habla a la perfección y puede comunicar todo lo que le pasa, pero aún así, a menudo llora. Se queja. Y esto agota. Sabemos que si llora, a menudo no es grave, y si vamos por la calle nos miran de reojo por no intentar hacer que pare de llorar. Sabemos que nuestra hija necesita llorar, y que es su forma de liberar tensión. Sabemos que no se trata de ignorar su llanto, sino de hacerle comprender con palabras y gestos qué le está ocurriendo. A mi hija no se le puede reñir alzando la voz. Hay que hacerle entender que lo que ha hecho no está bien, pero nunca, nunca, podemos alzar la voz, porque se le rompe el corazón y le duele hasta en lo más profundo del alma. Es levantar la voz un microsegundo y al acto seguido romper a llorar sin fin. Lo mejor es bajar a su altura, mirarla a los ojos y decirle con expresión seria lo que queremos decirle. Aunque sea con un tono de voz suave, lo comprende mucho mejor.
Aprendí muy pronto que mi hija necesita su tiempo para avanzar. Aunque siempre ha tenido una gran facilidad de aprendizaje en muchas cosas, tenemos que ir paso por paso con muchas otras. Entrar en una piscina grande le costó días y días de verano, y fue a base de estar muchas horas enganchada a mi (sólo a mi) como si fuera una ventosa, con sus manitas hundiéndose en mis brazos por puro terror. Ponerse los manguitos le costó hasta el verano siguiente. Quedarse sola en el agua con manguitos puestos un año más. Hundir la cabeza le costará hasta el año que viene. Aunque sé que aprendería a nadar muy rápido, también sé que no puedo soltarla y ya, porque su susto y su horror le durarían meses.
La primera vez que vio la nieve estuvo llorando durante horas. Imaginamos que lo vio todo tan blanco y tan brillante que la abrumó. Y os podéis imaginar qué paso cuando tocó la nieve, helada y mojada. La primera vez que vio el mar enorme ante ella y el fuerte ruído de las olas también se asustó. Y ejemplos como estos se me ocurren muchos, puede que demasiados para mi gusto y para nuestra salud mental. Es agotador tener que estar siempre pendiente de si ella va a estar bien, porque hace que nos planteemos si hacer o no muchas de las actividades que se nos ocurren. Aún así, su delicadeza, su ternura y su sensibilidad nos dedican muchos momentos que no tienen precio.
Antes que nada, hay que aceptar que un niño tiene alta sensibilidad, y no verlo como un rasgo negativo, sino como una característica más que hay que trabajar.
Con los niños PAS, hay que trabajar la inteligencia emocional. Tienen que ser capaces de identificar sus emociones y tener estrategias para poder gestionarlas. No se trata de ahogarlas; no podemos menospreciar su tristeza, su rabia o su frustración, porque ésto hará que repriman sus emociones. Son niños y niñas muy creativos que pueden aprovechar su gran don de la alta sensibilidad para lograr grandes cosas.
La confianza es muy importante en los niños PAS, la suya en nosotros, y la nuestra en ellos. Tienen que sentir que les apoyamos y que reconocemos sus emociones como algo ni positivo ni negativo, sino algo que forma parte del ser humano, que todos tenemos. Tienen que ir ganando confianza en ellos mismos y ser capaces de distinguir qué situaciones les van a causar estrés. Y también tienen que ganar confianza cuando se enfrentan a nuevos lugares y nuevas situaciones, pero muy poco a poco, y a su ritmo.
Si un niño se bloquea ante una situación de sobreestimulación, necesitará su tiempo para recuperarse. No hay que presionar para que vuelva a la actividad ni al lugar que le ha causado este bloqueo; el niño sabrá mejor que nadie cuando está preparado para volver. A veces, simplemente, hay que dejar que no hagan nada. El no hacer nada puede hacerles volver a su estado de normalidad.
Hay que enseñar a los pequeños a gestionar las emociones negativas que sienten cuando están en situaciones difíciles para ellos. Poner palabras a las emociones para poder identificarlas la próxima vez que les ocurran les ayudará a saber qué les está pasado. Pueden encontrar un rincón en la casa o en la escuela para tranquilizarse.
Hay que encontrar hobbies que les apasionen. Las actividades creativas son una buena idea para canalizar su emoción hacia buen puerto.Puedo decir con certeza que lo peor que puedes hacer por un niño o una niña que se emociona a menudo es decirle que no llore, que ya basta, que tampoco hay para tanto. Y puedo decirlo con certeza, porque yo también soy así, y yo entiendo a mi hija. Me da miedo y me abruma todo el sufrimiento que se le viene encima, porque en este mundo hay crueldad, injusticia y dolor, así que lo único que podemos hacer por ella es hacerla fuerte y darle herramientas para gestionar su alta sensibilidad. Es una niña que tiene luz, y sé que con esta luz va a iluminar a mucha gente a lo largo de su camino. Sólo hay que orientarla y acompañarla, con mucha paciencia, mimo y amor.
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Gracias Lou,
Me ha encantado y he estado buscando más información. Encontré este test que me ayudó mucho por si quieres compartirlo https://pasespana.com/test-ninos-altamente-sensibles/
Haces mucho bien con tu blog.
Abrazos dulces
Muchas gracias por tu comentario y por pasarme este link. :) Voy a incluirlo en el post, creo que vendrá bien a muchas familias. ¡Un abrazo!
Muy buen post para entender las necesidades y formas de cuidados para estos niños.
¡Muchas gracias por compartirlo!
Hola, ¡muchas gracias por tu comentario y por leer el post! Espero que ayude a muchas familias y a muchos profesionales. ¡Un abrazo!