Adaptación a la escuela: ¿Cómo afrontarla?
La adaptación a la escuela suele ser un periodo complejo, a menudo estresante, y que puede ser difícil de gestionar. La incorporación a la escuela para los niños y niñas supone un cambio muy importante. Pasan de estar en el nido seguro del hogar en los brazos de padres, madres o cuidadores, a llegar un lugar desconocido, lleno de gente nueva. Esto supone una mezcla de emociones y los pequeños pueden no entender por qué, de repente, tienen que ir a ese lugar día tras día, cuando estaban tan bien en el hogar.
La separación puede ser dolorosa para ambas partes, y no sólo los niños sufren: los padres y madres sienten una gran culpabilidad por dejar a sus hijos, a veces durante muchas horas, en un lugar desconocido para ellos. Los niños y niñas perciben el paso del tiempo de otro modo, mucho más lento, y viven siempre en el momento presente, así que les cuesta comprender cuánto rato van a estar en la escuela. La sensación de abandono por parte de los niños y niñas es frecuente; cuando son muy pequeños, no saben ni siquiera si volverán a ver a sus familiares.
Entender la forma de percibir el mundo que tienen nuestros hijos e hijas, puede ayudar a comprender la angustia por la cual pasan los pequeños al inicio de cada curso escolar.
Índice
¿Cómo podemos ayudar a los niños durante el proceso de adaptación a la escuela?
Puede que los inicios no sean nada fáciles, pero hay pequeñas cuestiones que podemos tener en cuenta y que ayudaran tanto a niños como a padres, madres y profesores a hacerlo todo más llevadero.
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Adaptar a los niños al horario escolar
Es importante que, poco a poco, empecemos a acostumbrarles a los horarios que tendrán en la escuela: levantarse más pronto e irse a dormir antes, pero no solo eso, sino intentar equiparar el horario de comidas y siestas a las de la escuela. En las escuelas suelen comer muy pronto (alrededor de las 12 o 12:30), y las siestas también son tempranas.
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Explicar a los niños y niñas qué es el colegio
Podemos preparar la llegada del cole junto con ellos. Les ayudará explicarles qué se van a encontrar en la escuela, y los cuentos infantiles son muy útiles para esto. Visitar la escuela unos días antes con los padres, conocer a la maestra, ver la clase y los futuros compañeros, y también hacerles partícipes de la preparación del material facilitaran el primer día de escuela. Los peques pueden ayudar a enganchar pegatinas con su nombre en tuppers, botellas de agua o agendas, y esto hará que se ilusionen por la llegada del colegio.
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Procurar que los niños coman bien y descansen lo suficiente
Dormir las horas que los pequeños necesitan hará que estén de mejor humor y que puedan llevar las situaciones nuevas o estresantes de mejor manera. Cuando los niños tienen las necesidades básicas cubiertas (descansar, comer, etc.), pueden responder mejor a los sobresaltos.
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Compartir tiempo de calidad con los hijos
Los niños y niñas pasan muchas horas en la escuela, así que cuando salen están deseosos de contarnos cómo les ha ido, de jugar con nosotros, de abrazarnos… Es importante que el tiempo que pasemos con ellos fuera de la escuela sea de calidad. Aunque tengamos pocas horas después del trabajo, merece la pena sentarnos un rato y leerles un cuento, sentarnos a jugar con ellos o, simplemente, escucharles y conversar tranquilamente.
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Despedirse rápido de los niños pero no desaparecer
Desaparecer del campo de visión de los pequeños de repente les creará la sensación de que les han abandonado. Es mejor despedirse de ellos, decirles adiós, y explicarles que en un rato mamá, papá, o los abuelos, vendrán a buscarles. Hay que ser breves, mejor no darles mil abrazos y mil besos ni extenderse en la despedida, porque cuanto más rato pasemos en el aula o en el passillo diciendo adiós, peor se sentirán. Si les dejamos rápido, en nada se contagiarán del ambiente del aula y de las conversaciones de sus compañeros, y se olvidarán de que sus familiares se han marchado.
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Mantener una buena comunicación con las maestras
Una comunicación eficaz con las maestras de los pequeños hará que ganemos confianza en la escuela y, a la vez, la ganen los niños en su aula. La comunicación es clave para la buena adaptación de los pequeños y, ante cualquier duda, lo mejor es preguntar y no quedarse con la incerteza.
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Hacer una adaptación muy progresiva y respetando los ritmos de los niños
No todos los niños van a necesitar hacer una adaptación progresiva. La adaptación no siempre va acorde con los horarios laborales, así que para según qué padres, el periodo de adaptación puede no ser una opción razonable. Hay escuelas que ofrecen dejar a los niños una hora, dos, tres… e ir augmentando poco a poco. En especial, esto se hace en los cursos donde los niños son muy pequeños (bebés de pocos meses de edad). Si la escuela ofrece esta opción y crees que tu hijo o hija lo van a necesitar, vale la pena, siempre y cuando la jornada laboral de los progenitores lo permita. Hay niños que entrarán saltando de alegría el primer día, y hay niños que llorarán a diario durante quizás un par de semanas. Todos merecen una adaptación acorde a sus necesidades y sus ritmos.
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Hablar de la escuela como un lugar positivo
Hay que motivar e ilusionar a los pequeños, explicarles todas las nuevas personas que van a conocer, todo lo que van a aprender y cuanto van a crecer. Hay que hablarles de la escuela como un lugar donde van a sentirse como en casa, un lugar donde jugarán mucho, donde reíran mucho y donde se lo pasarán en grande.
¿Con qué comportamientos nos podemos encontrar los primeros días de escuela?
- Llorera
- Rabietas
- Aislamiento
- Miedo
- Mostrar falsa indiferencia
- Alegría y ansia por probar cosas nuevas
Todas estas reacciones pueden ser normales en los primeros días, y con paciencia y amor hay que acompañar a los pequeños. Lo más importante es que no nos vean con cara de sufrimiento, porque somos su espejo, y si ellos ven la angustia reflejada en nuestro rostro, van a pensar que les dejamos en un lugar horrible. La energía positiva y la actitud abierta, aunque nos cueste, van a ayudarles mucho más que cualquier otra estrategia. Por nuestra parte, la elección de una escuela que nos aporte confianza nos ayudará también en este proceso de adaptación, dándonos la seguridad de que dejamos a nuestros hijos en buenas manos.
Nuestra experiencia con la adaptación a la escuela
Con la pequeña, las necesidades y peculiaridades de la cual os hablo aquí y aquí, hemos tenido adaptaciones muy, muy difíciles. La peor, sin duda, fue la adaptación a P0 a los cinco meses. Empecé dejando a la peque a la escuela infantil media hora que se hizo eterna, y cada día un poco más. Así durante dos semanas. Durante estas dos semanas estuvo cada minuto que pasaba en la escuela llorando y gritando. Los días que se quedaba más horas, terminaba dormida de lo agotada que estaba de tanto llorar. Durante un mes entero, dejarla cada día a la escuela fue una verdadera tortura, hasta que me planteé dejar el trabajo. Duele decirlo, pero al final me resigné, me acostumbré a dejarla y a pasar la jornada laboral preocupada, triste, enjoada y con llorera, haciendo que no pudiera concentrarme en mis tareas. Mi hija se quedaba igual que yo: triste y rabiosa. Por suerte, tuvimos un sol de maestra, que se tumbaba con ella para hacerla dormir, y que la tenía todo lo que podía en brazos. Tuvimos mucha, mucha suerte de tenerla a ella como primera maestra de nuestra hija pequeña, porque con su dedicación logró que al final se lanzara a sus brazos tan solo verla. Eso sí, la pobre no podía ponerse enferma ni un solo día, porque si alguna mañana la maestra faltaba y otra maestra la atendía, volvía la tortura.
La adaptación a P1 fue igual de mala y la llorera duró dos, tres, cuatro semanas, hasta que logró medio adaptarse alrededor de las vacaciones de navidad. Después de las fiestas, volvimos de nuevo a otra adaptación. Cada vez que volvíamos de vacaciones, mi hija lloraba. Cada vez que estaba enferma y no iba a la escuel en unos días, al volver, mi hija lloraba. Le dábamos juguetes para que se los llevara y se sintiera más como en casa, e intentábamos que estuviera menos horas en la escuela, pero aún así, le costaba muchísimo.
La adaptación a P2 fue todavía peor, porque nuestra hija se encontró de repente en una clase con 21 niños más, y estuvo días enteros llorando. Me la tenían que arrancar de los brazos. Y yo, por supuesto, me iba llorando también. Se pasaba los días en un rincón, sin querer participar, porque el ruído para ella era angustiante. En casa hablaba por los codos, y en la escuela no habló hasta bien entrado el curso. Al final, se adaptó, pero nos costó horrores.
La adaptación a P3 fue más de lo mismo. Gritos durante unos días, llorera durante los siguientes, hasta que al cabo de unas dos semanas, sorprendentemente entró feliz, de la mano de una amiguita, saltando de la alegría. ¡Os podéis imaginar el alivio! Durante el primer trimestre lo pasamos mal porque salía del cole agotada, con rabietas una tras otra, que duraban más de una hora, pero al principio del segundo trimestre logró acostumbrarse y pasó unos dos últimos trimestres maravillosos, felices y siempre saliendo de la escuela con ganas de más.
Este inicio de P4, el de hace dos días, fue algo diferente, porque ella ya tiene un recuerdo amplio y reciente de la escuela, sabe dónde va a la perfección, y es capaz de entender el paso del tiempo mejor que el año pasado, así que sabe que volveremos en unas horas. Aún así, el primer día aguantó las ganas de llorar y mostró una madurez y una fuerza mental que nos dejaron asombrados. Casi temblaba del gran esfuerzo que hacía por aguantarse las lágrimas. A mi me emocionó, y se me escaparon las lágrimas al ver la gran evolución que ha hecho a lo largo de estos cuatro años.
Lo que a mi más me llegó a molestar en su momento, en especial con la primera adaptación a P0, fue que me dijeran que mi hija estaba demasiado «mimada», que había estado demasiado tiempo en mis brazos, y que ahora le costaba soltarse. No le digáis nunca a una madre que deja a su bebé llorando con histeria a brazos de una desconocida que lo ha estado haciendo mal todo el tiempo. No se lo digáis, porque o bien os muerde, o bien se hunde todavía más.
Al ser la segunda hija, aprendí a hacer que los comentarios me entraran por una oreja y me salieran por la otra, porque yo sabía que había hecho exactamente lo mismo con mis dos hijos y eran como el día y la noche. Fue difícil hacer comprender a mi entorno que mi hija tiene necesidades especiales, y fue difícil hacer oídos sordos, pero yo siempre he tenido la sensación de estar haciendo lo mejor para mi hija. El instinto maternal existe y hay que hacerle caso. En el caso de mi hija, cada adaptación ha ido algo mejor que la anterior, pero sé que le va a costar un poco siempre. Hay que tener mucha, muchísima paciencia, y hacer un par de cursos intensivos de psicología infantil. Os ayudarán.